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2015: LA LUCHA CONTINÚA

Se acaba el 2014 y deja, para los anales del movimiento LGBTQ español, sucesos que, sin riesgo de exagerar, podemos calificar de históricos. A 2014 lo recordaremos por las nuevas conquistas, muchas de las cuales eran impensables hace apenas unos años. Pero, también, por los muchos sinsabores que nos recuerdan que la agenda por los derechos LGBTQ está tan vigente como el primer día y que la lucha debe continuar con el mismo afán.
Digo histórico y pienso, ¡cómo no!, en la recepción que los reyes Don Felipe y Doña Letiziaofrecieron, en junio, a representantes de distintas entidades sociales: por primera vez miembros de organizaciones de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales fueron recibidos por nuestros jefes de Estado. Y esto en lo que alguna vez fue la residencia oficial de Francisco Franco, que criminalizó y hostigó a los homosexuales a través de la Ley de Vagos y Maleantes.
En febrero, el Congreso de los Diputados declaró, por unanimidad, al 2014 “Año por elreconocimiento de los derechos humanos de las personas LGBT” y condenó la persecución y criminalización del colectivo en cualquier lugar del mundo.Ese mismo mes, en Madrid,la apertura del centro social de la Fundación 26 deDiciembre, orientada a atender las necesidades de nuestros mayores,uno de los colectivos LGBTQ más vulnerables y abandonado, hacía realidad un sueño largamente esperado. La fiesta del orgullo reunió en julio a más de un millón de personas en las calles de Madrid y volvió a ser la manifestación más multitudinaria a nivel nacional, muy a pesar de los ya tradicionales intentos de sabotaje por parte del gobierno regional: fue un nuevo pulso contra los prejuicios oscurantistas de algunos cargos políticos en el que la dignidad, como dijimos en su momento, volvió a ganar.
Desde Andalucía, y algo después Canarias, 2014 trajo buena luz sobre la población transexual, al aprobarse en sus respectivos parlamentos leyes que despatologizan la transexualidad e intentan garantizar los derechos del que ha sido, por ignorancia y prejuicios, el grupo más olvidado y discriminado. Madrid, en cambio, fue la nota discordante al bloquear el Partido Popular (PP), en mayo, la tramitación de la proposición de Ley “reguladora del derecho a la identidad de género y a su libre desarrollo sin discriminación”.
En octubre Cataluña marcó un hito al aprobar, con los votos en contra del PP, la “Ley de derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGTB) y para la erradicación de la homofobia, la lesbofobia y la transfobia”. A ésta precedió, en abril, una norma en Galicia contra la discriminacióncuyo texto final terminó siendo, más que una ley, una declaración de principios sin mayores posibilidades de trascendencia, al quedar eliminadas las sanciones propuestas en el proyecto original por presiones del PP. A nivel nacional, y gracias una vez más al bloqueo del partido de gobierno, ni la propuesta para impulsar una “Ley integral contra la LGTBIfobia y por el respeto a la diversidad sexo-genérica” ni la de una Ley integral de transexualidad llegaron a buen término.
En 2014, la crisis económica continuó sirviendo de excusa para cercenar derechos a la población LGBTQ, especialmente en lo que se refiere a atención socio-sanitaria. Así por ejemplo, en el mes de noviembre se oficializó la exclusión de las mujeres sin pareja varón en los servicios de reproducción asistida del Sistema Nacional de Salud. Por su parte, los recortes continuaron afectando a buena parte de la población diagnosticada con VIH y a las necesarias campañas de información y prevención.
A mediados de diciembre, el Ministerio del Interior presentó el primer protocolo de actuación policial para erradicar la discriminación y la violencia por delitos de odio. Es nuestro deseo que ésta sirva para luchar de forma más efectiva contra este tipo de actos que, de acuerdo a cifras del propio organismo –presentadas por primera vez este año-, se ceba con especial saña sobre las minorías sexuales: de un total de 1.172 incidentes registrados en 2013, 452 fueron por causa de la orientación o identidad sexual de la víctima. Todo parece indicar que 2014 cerrará con un incremento importante de estos ataques: durante todo el año nos han llegado noticias de agresiones, algunas de tal gravedad que han requerido de intervenciones quirúrgicas o han dejado, además de las psicológicas, secuelas físicas permanentes. Han ocurrido, incluso, en el propio barrio de Chueca, corazón de la vida LGBTQ de Madrid.

Estos ataques representan, para quienes día a día luchamos por un mayor respeto a la dignidad humana, la parte más macabra del balance. La que, en la España de 2014, no debería ya aparecer. Pero está allí, haciendo sonar las alarmas, no para atemorizarnos y hacernos renunciar a nuestros derechos (como seguramente es la intención de más de uno de los atacantes) sino para recordarnos, una vez más, que aún en tiempo de cosechar lo trabajado, la lucha continúa. Desde el Servicio de Información de COGAM seguiremos, en 2015, aportando nuestro granito de arena en esa descomunal batalla por un mundo más humano, más digno y respetuoso con la diversidad.
Por Moisés Martín
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La dignidad volvió a ganar

El punto de encuentro fue la recién estrenada estación de bicicletas eléctricas en la Cuesta de Moyano. Habíamos acordado vernos a las 18 horas, pues no queríamos perdernos ni un segundo del acontecimiento, aunque yo no dejaba de pensar que era algo pronto y que seguramente seríamos de los primeros en llegar a la fiesta pues, como solemos predecir, estas cosas siempre empiezan tarde. Al llegar a Atocha, quedé maravillado cuando vi la inmensa cantidad de gente que ya se encontraba en el Paseo del Prado, esperando el comienzo de la Manifestación Estatal; cruzar la calle para llegar a Moyano fue casi como intentar entrar al metro durante esos días de huelga que de vez en cuando nos toca sufrir.


Faltaba menos de media hora para el inicio de la manifestación cuando la bocina de un autobús repleto de turistas hizo que me percatara de que uno de los carriles del Paseo continuaba abierto al tráfico, aunque ya miles de personas lo inundaban. Reí para mis adentros al tiempo que me decía: “éstos de arriba…es que ya no saben qué hacer para sabotear”. Era para mí evidente que esos “descuidos” formaban parte de ese plan ridículo y, como la evidencia ha dejado muy en claro, fracasado, de estropear la más multitudinaria de las fiestas. Con ello, la manifestación cobró para mí un significado adicional: alguien me dijo una vez que ya todo estaba hecho… pero… ¿quién?

Pasados unos minutos de las 18:30 unos petardos y los consecuentes vítores indicaron que la manifestación arrancaba. Poco después empecé a dar mis primeros pasos sobre la calzada, lleno de emoción: era la primera vez que abandonaba la barrera desde la que siempre he tenido por costumbre ver, muy cómodamente, los toros, y me lanzaba al ruedo, junto con muchos otros miles de hombres y mujeres, para defender la dignidad humana, la igualdad, el respeto a la diversidad, la tolerancia. Manifestamos por nosotros, pero también –y, en esta oportunidad, sobre todo- por aquellos que no pueden hacerlo.
Desde el corazón del ruedo, la perspectiva de las cosas era muy distinta a la del tradicional pararse a mirar. Desde allí miras, claro que miras, pero también te miran, muchísimos ojos te miran, algunas manos te aplauden; dejas de ser testigo, pasas a ser protagonista. Sabía que para muchos de los que estaban allí también era la primera vez;  para otros cuantos, quizás demasiados, era uno de los pocos días del año en que podían dejar de ser invisibles; en ningún momento pasé por alto que muchísimos hubieran querido estar allí pero no pudieron. Es complicado expresar con palabras las emociones vividas en casi tres horas de trayecto hasta la Plaza de Colón: ¿Acaso es fácil describir lo que se siente al estar arropado por un millón de amigos?

No cabe duda de que Madrid, otra vez, lo logró. ¡Vaya que si lo logró! No me refiero, evidentemente, a su gobierno que, por insistir en prejuicios que ya deberían estar superados, discrimina abiertamente a miles de ciudadanos (electores y contribuyentes, para más señas) y viola descaradamente sus obligaciones como garante de la seguridad y el buen trascurrir de acontecimientos como el Orgullo Gay. Es así como, a diferencia de muchos otros eventos, no hemos visto vallas que separaran a manifestantes y público e impusieran una distancia mínima de seguridad entre personas y carrozas, no hemos encontrado ninguno de esos imprescindibles baños portátiles en los que poder aliviar la vejiga, no se han reforzado los servicios de transporte público ni se han cerrado calles donde infinidad de personas festejaban la diversidad al tiempo que hasta camiones de la basura realizaban su recorrido habitual, aunque las circunstancias de esa noche fueran extraordinarias.

De quien hablo es del pueblo de Madrid, de su gente;  y de esos miles de visitantes de todos los rincones de España que recorrieron kilómetros y kilómetros para alzar su voz por la dignidad humana y demostrarle a nuestros gobernantes que España está, firme, del lado de la igualdad, el respeto y la tolerancia.

Por Moisés Martín