Categorías
COGAM

Antonio de Erauso: ¿El primer caso de cambio legal de género en el siglo XVII?

Por Alvaro Casas @alvcasas

Si es complicado adentrarse en la historia LGTBIQ+ previo a Stonewall manteniéndose en los márgenes del siglo XX, como hice en mi anterior artículo que puedes encontrar aquí, la cosa se complica cuando dejamos delante 1900. Si le añadimos a este aspecto la existencia de una persona disidente de género, todo alcanza unos niveles de complejidad extremos. Complejidad como la vida de nuestro protagonista de hoy: Antonio de Erauso. El que es probablemente el primer caso de cambio legal de género de la historia de España, aun que como veremos, con muchos matices.

Antes de empezar, es complicado hablar desde mi contemporaneidad de la vida de una persona que nació en 1592 con términos como “transexualidad” o “no binarismo”, términos a los que le faltaban siglos para que fuesen usados a la hora de denominar la expresión e identidad de género de una persona. Diferentes historiadores han tratado a Antonio como hombre trans, o mujer cis-lesbiana, yo con cierta osadia, pero todo el respeto, me basaré en el hecho de que Antonio, como vamos a ver, desde su adolescencia se refirió a si mismo con nombres masculinos para usar el artículo “él” al referirme a su persona, pero intentaré evitar cualquier etiqueta, ya que los términos que utilizamos actualmente para determinar la identidad de género de las personas disidentes del mismo, no existían por entonces.

Otro apunte sería el hecho de que varios datos que os voy a proporcionar vienen de una autobiografía de Antonio, supuestamente escrita en 1626 y editada por primera vez en París en 1829, 179 años después del registro de su muerte, lo que ha llevado a muchos historiadores a tildarla de apócrifa, no obstante he intentado plasmar aquí los datos más fieles posibles basados en esta autobiografía y cruzarlos con varios testimonios de terceros, así como en registros civiles para poder daros una imagen lo más completa y certera de su extraordinaria vida.

“Retratos de Antonio de Erauso”

Antonio nació en San Sebastián, en 1585, como él mismo apunta en su autobiografía o 1592 como indica su partida de nacimiento, si bien el propio Antonio menciona que fue bautizado a los siete años, y eso explicaría la discrepancia en las fechas. Sea como fuere, lo que sí se sabe es que en su niñez fue internado en el convento dominico de San Sebastián junto a sus hermanas Isabel y María. Pero debido a su fuerte carácter le trasladaron al convento San Bartolomé, donde las normas eran mucho más estrictas y ahí estuvo hasta los quince años, cuando se escapó.

La noche del 18 de marzo de 1600, encontró las llaves del convento colgadas en un rincón, se hizo ropa socialmente vinculada al sexo masculino con los materiales que tenía a mano, se cortó el pelo, tiró el hábito de monja y comenzó su nueva vida. Fue andando hasta Vitoria, donde encontró trabajo como ayudante del catedrático y más tarde a Valladolid donde sirvió como paje de Felipe II bajo el nombre de Francisco de Loyola. Llevaba siete meses en la ciudad cuando se encontró a su padre, que a pesar de andar buscándole, no fue capaz de reconocerle pero este encuentro le hizo huir a Bilbao.

Por aquella época Antonio cuenta en su autobiografía que fue capaz de “secarse los pechos con un ungüento secreto”, otro indicativo de su realidad como disidente de género, consiguiendo en sus propias palabras “una figura más estilizada y que nadie sospechara de su silueta”, lo que le facilitó alistarse como grumete en un galeón y poner rumbo a América el lunes santo de 1603, de nuevo bajo diferentes nombres masculinos como «Pedro de Orive», «Francisco de Loyola», «Alonso Díaz», «Ramírez de Guzmán» o por primera vez adoptando, el que sería su nombre por el resto de sus días «Antonio de Erauso».

En América aparece la parte más libre de Antonio, fuera de la cercanía de su familia, y siempre protegido por su cis-passing su desarrollo sexual y su expresión de género llegan a la máxima libertad que la época le podía proporcionar. Sabemos que estuvo a punto de entrar varias veces en la cárcel por estar metido en reyertas debido a su fuerte carácter, en una ocasión, estando en el teatro, un hombre que se quejaba de no dejarle ver la obra acabó retado a duelo y posteriormente con la cara rajada por parte de Antonio. Tras estas peleas continúas, se libraba de la prisión siempre gracias al hombre para el que trabajaba en Lima, Perú, un mercader muy rico y cónsul mayor de la ciudad, llamado Diego de Solarte. Pero su relación acabó pronto ya que Diego acabó descubriendo a Antonio “andándole entre las piernas” a su cuñada.

Fue entonces cuando se alistó en el ejército, donde tras varias campañas exitosas, acabó recibiendo el grado de alférez, participó en incontables batallas, casi tantas como veces volvió a pasar por prisión y como número de mujeres a las que prometió matrimonio para después dejarlas. Fue de hecho una disputa por una mujer lo que le llevó a asesinar a su propio hermano, para el cual trabajaba sin que éste le hubiese reconocido y que le supuso otros ocho meses más en prisión. Toda esta vorágine de violencia y sexo le llevó a en una ocasión y lleno de desesperanza a contarle al obispo toda la verdad de su condición.

Era 1623 y tras ser detenido en Huamanga, Perú, a causa de una disputa, pidió clemencia ante el obispo ante una más que posible condena de muerte, le contó su historia y este hizo que unas matronas le examinaran sus genitales, el obispo, muerto de desconcierto, le mandó de vuelta a España a tener una audiencia con el rey. Cuando llegó a España fue recibido por un perplejo Felipe IV que pidió conocer todos los detalles de su vida. Tras escuchar la historia, el monarca no solo le mantuvo el título de alférez (eso si denominándole con un apodo bastante desafortunado como “monja alferez”), si no que le concedió una pensión vitalicia y le permitió mantener su nombre masculino.

Y aquí llegamos a la parte más increíble e inverosímil de la historia, Antonio consiguió en pleno siglo XVII, que no solo un rey le permitiese usar su condición de hombre aún siendo consciente de su disidencia de género, si no que posteriormente a esto, Antonio se reunió con el papa Urbano VII en Roma y este, tras escuchar su historia, le permitió vestir “como un hombre” el resto de su vida. No hay constancia de que exista un documento oficial que indique que en el registro civil se cambió su nombre, no obstante, dado el poder de la monarquía y la iglesia en aquel siglo, ya es bastante oficial el hecho de que las dos principales figuras a la cabeza de dichas instituciones reconocieran a Antonio como hombre.

Hay que destacar, llegados a este punto, como el hecho de que Antonio fuese una figura privilegiada dentro de la sociedad (tenía un rango en el ejército, había cosechado bastante fama y dinero) le ayudaron sin duda a la hora de lograr esa libertad de género para la época en la que vivió, algo muy común en la historia de las personas LGTBIQ+, donde la posición socioeconómica del individuo, en muchos casos ha remado a favor a la hora de lograr privilegios. Compárese el caso de Antonio, al de Eleno de Céspedes, cuya historia se remonta a un siglo antes de la de Antonio, y viniendo de una posición mucho más humilde tuvo un destino completamente diferente al de Antonio, hablaré de Eleno en próximos artículos. 

También es bastante importante destacar, que el privilegio, la fama y el dinero logrado por Antonio no fueron de otra forma que siendo un imperialista blanco y sometiendo a los pueblos de latinoamérica, lo cual nos indica, que por muy disidente de género que fuese y la importancia de su vida dentro de la historia queer de España, no dejaba de ser una persona deleznable.

En 1630 vuelve a América, donde establece un negocio de arriería entre ciudad de México y Veracruz y allí pasa los últimos años de su vida. No han quedado documentos sobre su lugar de fallecimiento o lugar donde se encuentran sus restos, aunque si del año del mismo, 1650. Si bien la mayoría de los historiadores se decantan por Cotaxla, el último pueblo conocido donde se sabe que vivió como más que posible lugar donde pasó los últimos instantes de su extraordinaria vida.

Se le han dedicado diferentes novelas y un par de películas (estrenadas en 1944 y 1986), pero todas ellas con diferentes niveles de transfobia ya que normalmente se refieren a él por su nombre impuesto en el nacimiento y que yo he intentado evitar durante todo el artículo, ya que podemos tener muchas dudas sobre su vida, como apunto al principio del artículo, pero de lo que no tenemos ninguna duda es de que Antonio se refirió a sí mismo por muchos nombres, pero nunca uno femenino.

De nuevo, intentar desgranar la vida de una figura poco conocida de nuestra historia, con tan poca información, la mayoría mezclada entre sí, e intentando ser respetuoso con la misma y su condición sin pasarme desde mi visión moderna es complicado y espero haber estado a la altura de ello. Lo que está claro es que Antonio hizo algo como persona queer que era impensable en su época: ser libre y vivir su libertad incluso con el beneplácito de un rey y un papa, y a pesar de que sus actos en el ejército fuesen totalmente condenables, es nuestra labor como personas queer reconocer esta parte de la historia de nuestro colectivo, un acto de valentía de una persona disidente de género, muy adelantado a su época.

Alvaro Casas es un creador de contenido y activista LGTBIQ+, como creador de contenido co-presenta el podcast de cultura popular queer @lapastillagay, y hace monólogos de humor sobre la realidad de chicos gays y bi llamados “El Diario de un Marica”, además de escribir para COGAM artículos sobre memoria e historia queer ha colaborado co-presentando las dos últimas ediciones de los Premios Triángulo.

Categorías
COGAM

El primer ORGULLO LGTBIQ+ (olvidado) de España

Las personas queer nos jactamos constantemente de decir que existimos desde siempre, y así es, pero si existimos desde siempre, debemos reivindicar nuestras apariciones documentadas en los distintos puntos de la historia. Reivindicarnos solo desde aquella revuelta liderada por Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera en el 69 en Stonewall, Nueva York, nos empequeñece dentro del total de la historia de la humanidad, pues da un mensaje de que somos un producto semicontemporáneo nacido a mitad del siglo XX, y nada más lejos de la realidad.

Muchas personas establecen el comienzo de la lucha LGTBIQ+ en los altercados de Stonewall en el 69 en el caso de EE. UU, y aquí, en España, el 26 de junio de 1977 en Barcelona cuando se celebró la primera marcha del orgullo LGTBIQ+ en territorio nacional (hoy veremos que la que se mantiene como oficial, pero no necesariamente la primera). Pero si hacemos esto, ayudamos a dejar en el olvido cualquier manifestación producida por personas queer previa a estos puntos.

Me vais a permitir, por tanto, que coja ese término que define ese punto específico del siglo XX de la historia de nuestro colectivo, la primera “marcha por el orgullo LGTBIQ+”, y lo extrapole a otro escenario histórico. Y lo hago con conciencia y cierta pretensión, ya que lo que busco es recordar que el orgullo, es decir, la manifestación de un número de personas queer por sus derechos, no necesariamente debe referirse a algo nacido en un punto exacto de la historia, sino que cualquier agrupación de personas queer manifestándose por sus derechos o simplemente por su existencia es, en sí mismo, un orgullo LGTBIQ+.

Y vengo a hablaros de una manifestación ocurrida en Barcelona en 1933, un hecho insólito que incluye: un abogado travesti asesinado, cruising en baños públicos y una bomba en una revuelta anarquista; ingredientes que propiciaron que un grupo de travestis salieran a manifestarse por primera vez (al menos primera vez registrada en la historia) en España. A ver quién me dice a mí que eso no es una marcha del orgullo. De hecho, para muches, incluido yo, es la primera marcha del orgullo LGTBIQ+ en España, y es necesario divulgarla, darla a conocer, por la peculiaridad, teatralidad y espectacularidad de la misma.

Vamos por partes. Retrocedamos a Barcelona en 1932, concretamente a la calle Cid número 10, en pleno Barrio Chino, actualmente El Raval, donde se situaba el cabaret La Criolla. Llamar a La Criolla local de ambiente es aventurarse demasiado. De nuevo, hay que situar la historia en el contexto sociopolítico de la época en la que ocurrió, pero sin duda era un lugar donde la libertad sexual era aceptada y tolerada. En La Criolla se juntaban desde artistas bohemios a caras famosas de la Ciudad Condal, hasta mafiosos y carteristas, pasando por marineros que estaban de paso y, por supuesto, personas cuya disidencia sexual no era aceptada en otras salas.

Una de las caras más asiduas en las noches de La Criolla era el misterioso Lluís Serracant, también conocido como Lluiset. Nacido en el seno de una influyente familia burguesa catalana, se convirtió en un abogado de renombre, famoso por llevar a cabo la defensa de delincuentes y anarquistas, con los que entablaba amistad cada noche en La Criolla. Además de las altas posibilidades (algo que no ha podido ser verificado al 100 %) de que Lluís fuese también el artista detrás de la conocida travesti Flor de Otoño, muy famosa en los años 20 y 30 en Barcelona. No obstante, curiosamente, lo que nos interesa hoy no es la posibilidad de que Lluiset fuese un abogado de día y una travesti de noche —tema que ya de por sí da para no un artículo, sino una novela—, sino su militancia y actividades anarquistas.

Lluís no solo defendía en juzgados a anarquistas, sino que participaba activamente dentro de los grupos anarquistas activos en la Barcelona de los años 30, siendo una de las principales figuras en las revueltas anarquistas. Fueron estas actividades las que lo llevaron a ser preso, juzgado y sentenciado a muerte en 1932 por un atentado anarquista en unos urinarios públicos frente a una comisaría. Y si sumamos el hecho de que fuese asesinada una conocida cara del “ambiente LGTBIQ+” de la ciudad (y posiblemente una de las travestis más conocidas del momento), más que el atentado se produjo en unos baños públicos famosos por ser lugar de prácticas de cruising (muchas décadas antes de usarse esa palabra), tenemos los ingredientes perfectos y un motivo de causa para sacar a las calles a un grupo de personas queer a protestar.

No sabemos exactamente dónde se encontraba el urinario público, conocido en la época como Vespasiano, pero sí sabemos, gracias al malogrado escritor Jean Genet, que “estaba cerca del puerto y del cuartel y era la orina caliente de miles de soldados lo que había corroído la chapa”. Jean, otro asiduo al ambiente de La Criolla y a las relaciones entre hombres, sin duda era consciente de qué corroía la chapa exactamente, ya que esa perfecta ubicación de los baños ayudaba a que fueran un lugar de encuentro para los hombres gays y bisexuales del momento que necesitaban un lugar semiíntimo donde encontrarse. También era, por desgracia, un punto perfecto donde colocar una bomba.

Dicho artefacto hizo estallar un único y triste urinario por los aires, pero consiguió la ejecución de Lluís Serracant, más el cierre de un lugar asiduo de cruising y, evidentemente, la respuesta por parte de la pequeña comunidad abiertamente queer que había en aquella época no se hizo esperar.

Había en aquel momento un grupo de hombres gays, clientes habituales de La Criolla y Bataclán (otro local de la Ciudad Condal famoso por sus shows de travestismo), amigos de Lluís Serracant y Jean Genet, conocidos como “las Carolinas”.

El 9 de enero de 1933, “Las Carolinas” decidieron salir a las calles de Barcelona, vestidas con chales y mantillas, como si de una marcha fúnebre se tratase, a depositar un ramo de flores rojas en el espacio donde antes se encontraba el urinario público, que sin duda tan buenos ratos les había hecho pasar.

Así recoge, de nuevo, Jean Genet la historia en su libro Diario de un ladrón:

(fragmento citado, sin cambios)

Las revueltas, durante los disturbios de 1933, arrancaron una de las vespasianas más sucias, pero también de las más queridas. Estaba cerca del puerto y del cuartel, y la cálida orina de millares de soldados había corroído su chapa de metal. Al constatar su muerte definitiva, las Carolinas con chales, mantillas, trajes de seda y chaquetillas ajustadas acudieron a ella en solemne delegación para depositar un ramo de flores rojas anudado con un crespón de gasa. El cortejo partió del Paralelo, torció por la calle San Pablo, bajó por La Rambla hasta la estatua de Colón. Eran las ocho de la mañana, el sol iluminaba la escena. Las vi pasar y las acompañé de lejos. Sabía que mi puesto estaba en la comitiva: sus voces heridas, sus gritos de dolor, sus gestos exagerados, se proponían atravesar el espeso desprecio del mundo. Las Carolinas eran grandiosas: las Hijas de la Vergüenza. Llegadas al puerto, torcieron a la derecha en dirección al cuartel, y sobre la chapa herrumbrosa y hedionda del meadero público, sobre su chatarra muerta, depositaron las flores.

La imagen de un grupo de travestis de luto, en procesión, reivindicando el cierre de un urinario utilizado como zona de cruising en 1933, es sin duda la máxima expresión de lo que implica un orgullo LGTBIQ+. Un grupo de personas mostrándose abiertamente disidentes en cuanto a su expresión de género y protestando tanto por el asesinato de un igual como por el cierre de un espacio donde se relacionaban sexoafectivamente de una forma no heteronormativa en los años 30. Podemos empatizar, por tanto, con lo arriesgado que fue su acto, más cuando se trataba de una reivindicación cerca de un cuartel de la Guardia Civil.

Hay que recordar que la entrada de la II República el 14 de abril de 1931 trajo consigo la eliminación de cualquier mención a la homosexualidad como delito dentro del código penal (salvo en los miembros del ejército), pero aun así los disidentes sexuales seguían estando muy lejos de tener ningún tipo de protección dentro de la ley. De hecho, fue en el mismo año que nos acontece, 1933, en el que se aprobó la archiconocida Ley de Vagos y Maleantes que, si bien en sus orígenes tenía un foco más centrado en vagabundos, nómadas o proxenetas, sería utilizada, ya entrada la dictadura de Franco, como el principal arma contra la población LGTBIQ+.

Por eso mismo, debemos valorar a partes iguales por su riesgo y su genialidad el acto de Las Carolinas aquel día de enero de 1933 y plantearnos, desde nuestra contemporaneidad, cómo dicho acto no es celebrado, divulgado y reivindicado en la actualidad por todes nosotres. Es nuestro deber, como colectivo, no solo reivindicarnos y centrar nuestra lucha con una visión y misión futurista, sino abrazar nuestra historia, nuestra cultura y recordarla, celebrarla, a la vez que le damos el lugar que se merece dentro del cómputo general de la historia de la humanidad.

Como apuntaba al comienzo del artículo, las personas queer, y la lucha por nuestros derechos, hemos existido desde que los seres humanos empezamos a relacionarnos emocional y sexualmente. Evidentemente, nuestra existencia siempre estuvo limitada a las circunstancias políticas y sociales de la época que vivíamos y siempre bajo el paradigma de lo clandestino, pero reivindicar nuestra historia y cultura, ambas universales, es un deber que tenemos todes.

El crecimiento que tuvimos en la segunda mitad del siglo XX, que se debió principalmente a las políticas pseudoprogresistas tras la II Guerra Mundial y al auge de los medios de comunicación, era necesario de cara a exponer al conjunto de la sociedad y en los debates políticos nuestro mundo y necesidades. Pero si nos limitamos a hablar de ello, lo único que hacemos es quitar valor a la lucha de nuestres antepasades queer y a nuestra historia. Repito: la cultura y la historia LGTBIQ+ son universales, y si no somos nosotres quienes las tratamos como tal, ¿quién lo hará?

Por: Alvaro Casas
@alvcasas

Categorías
COGAM

Colmenar Viejo (Madrid)

Sábado 11 de octubre  de 2025

ORGANIZAN: Inmaculada R. y Vicente G.

MEDIO TRANSPORTE: Salimos en cercanías a las 9:00  horas estación de Atocha línea C4b, en el primer vagón,  coste de ida 3,40€. Quien lo desee puede ir en coche particular. Se puede aparcar cerca sin problema. A las 10:00 horas iniciamos la ruta desde la estación de cercanías de Colmenar Viejo. Ir desayunados ya que no hay una cafetería abierta en las inmediaciones.  

DIFICULTAD: Media       Nº MAX. PLAZAS: 25

Categorías
COGAM

Arquitectura Teja Negra desconocida (Guadalajara)

Sábado 27 de septiembre de 2025

ORGANIZAN: Jesús Fernández, Miguel Garcimartín, Luís Ahijado

MEDIO TRANSPORTE: Salimos en coches particulares compartiendo coches y gastos de gasolina.

DIFICULTAD: Media- Baja    Nº MAX. PLAZAS: 35

Categorías
COGAM

Las Dehesas de los Molinos (Madrid)

Sábado 20 de septiembre de 2025

ORGANIZAN: Carmen y Pilar

MEDIO TRANSPORTE: Salimos en coches particulares compartiendo coches y gastos de gasolina.

DIFICULTAD: Media      Nº PLAZAS: 35