Saludos y bendiciones para todo el mundo. Soy Gema Segoviano, de Segoentiende, la Asociación LGTBH+ de Segovia. Somos una Asociación nacida en el año 2008 y que trabajamos por la igualdad social de las personas LGTB+ en una provincia de España que no llega a los 150.000 habitantes y donde el 80% de las localidades no supera los 500 habitantes. Como creemos en la dimensión espiritual de las personas y sabemos que en el mundo rural la presencia de la iglesia católica es importante pero no siempre abierta a las personas LGTB+, queremos que sepáis que en esta asociación existe un lugar donde compartir inquietudes y alegrías en el camino de la vida de creyente.
Y si hablamos de MUJERES en la iglesia, la historia de esos 2000 años se puede resumir en unas pocas palabras: INVISIBILIDAD y SUMISIÓN. Tan solo en los primeros 50-100 años de la aparición de las Comunidades judeocristianas la mujer tiene un papel relevante, iniciado por la figura de María de Magdala, testigo principal de la resurrección de Jesús. Por desgracia, la inercia de un mundo patriarcal rompe esa novedad y así se ha mantenido, con escasas excepciones hasta el siglo XX. En este siglo el Concilio Vaticano II supuso una bocanada de aire fresco para el mundo católico. Se actualizaban los ritos de la liturgia acercándolos a las personas para que participasen en ellos, los laicos eran tenidos en cuenta en la vida de las parroquias y la presencia de la mujer se iba abriendo camino. La mujer podía participar, colaborar en la vida eclesial sin necesidad de pertenecer a una orden religiosa. Al menos teóricamente. En la práctica, las reticencias a esas cambios y al papel de la mujer en la vida pública de la institución, hacían que la mujer se dedicase a unas tareas secundarias como la limpieza y mantenimiento del templo, más acordes a esa «capacidad femenina de cuidar los detalles del hogar». Es decir, que las tareas de dirección y de toma de decisiones sobre aspectos fundamentales de la iglesia como institución no estaban al alcance de la mujer, ya que de nuevo, la visión masculina solo podía ver a la mujer como una ayuda, un complemento, pero no como un par, un igual. Tan arraigada está está visión que han conseguido que apenas exista un puñado de Teólogas. Mujeres que tuvieron que aguantar la típica pregunta: ¿para qué quieres estos estudios si no eres sacerdote, ni estás en una orden? Me consta que a los varones laicos no les pusieron tantos inconvenientes. Pero hete aquí que la vida va pasando y comunidades con muchos fieles y sacerdotes empiezan a desaparecer. Ya no hay tanta gente ordenada para atender a las parroquias y ahí es cuando la MUJER aparece para hacerse cargo de la rutina de las parroquias, para en el caso del mundo rural, animar a la comunidad de fieles actuando como lo haría un diácono ordenado: liturgia de la palabra, acompañamiento a los enfermos, catequesis de niños y adultos, y también la limpieza y mantenimiento del local.
De repente, la carga espiritual se traspasa a las mujeres pero no se las apoya. No tienen voz, ni voto, ni visibilidad en el mundo de las reuniones institucionales. Ni siquiera los encuentros de las órdenes de religiosas son tratadas con el mismo respeto y difusión que el de las órdenes masculinas. Las órdenes religiosas han servido para muchas mujeres a lo largo de la historia como un refugio para escapar de las reglas de la sociedad en donde la mujer estaba por detrás del varón. Mujeres ilustres y que han servido de inspiración para la iglesia han salido de esos conventos vedados a los hombres. No me olvido que esos mismos conventos también han sido cárceles en donde la mujer era recluida para no dar problemas a los demás miembros de la familia y de la sociedad.
Y después de ese Concilio Vaticano II, de los aires de libertad que supuso, del cierre de esas ventanas debidas a la actuación del papado de Juan Pablo II que supuso un gran paso atrás en la reivindicación del papel de la mujer, nos encontramos que la REVUELTA MUJERES EN LA IGLESIA nos recuerda que somos muchas las que queremos sumarnos a una iglesia en donde los talentos y capacidades de cada persona sean lo importante y no tanto que tú género sea el que te dicte las tareas y responsabilidades de la comunidad de creyentes.
Gema Segoviano Olmos
SEGOENTIENDE – Asociación LGTBH+ de Segovia,
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