sonas como Ud. no presupongan, juzguen, osen, se atrevan y nos marquen «la hoja de ruta» sobre como «abandonar nuestro armario.«
Siempre hay una historia entrañable que alguien, te desvela…
Como por casualidad… Al paso del momento que dura la tarde…. escucho un leve rumor como de alas…
Son las vidas de mis Mariposas de Alas Rotas…
Historias de vidas… Momentos y horas de sentimientos de quienes nacieron diferentes y de su trabajo para hacerse un hueco en la sociedad que les tocó vivir.
Mi Mariposa de la Música, es pequeña, de tonos grises, envuelta entre nubes de humo de tabaco que fuma continuamente.
Rebeca. – Me dice.
No puedo esperar mas.
Tengo que hacer mi proceso de transexualidad…
Y me muestra un vestido que alguien le regaló…
Usado y machacado de tardes de teatro, de paseos, de puestas del derecho y del revés.
Deja encima de la mesa un bolsito con maquillaje y algunas horquillas negras.
Ayúdame -me dice- a colocarme la peluca y enséñame a pintarme los labios.
Mi Mariposa, es pequeña, tanto que no sabe distinguir entre la imagen que ella ve en su espejo y la imagen que los demás ven en el suyo.
Ella siente que es mujer.
El resto… La mira con recelo… Se permiten dudarlo…
La vida se lo ha puesto difícil. No la concedió muchas facilidades para desarrollar y mostrar su género auténtico.
Su cuerpo es masculino, de hábitos masculinos… quizás aprendidos en el rol en que la tocó crecer…
Su cuerpo es pequeño, como digo, con poca gracia y con las habilidades delicadamente limitadas… Pero con emociones femeninas y alma de mariposa…
Mi Mariposa de la Música, la llamo yo.
Ella teclea en el piano, le gusta llegar con sus notas al corazón de alguien…
Al alma de quién le conceda un rato de escucha…
Porque ella también tiene cosas que decir, sentimientos que le duelen en el alma, pero que no puede expresar porque tiene sus Alas Rotas.
A veces, algunas tardes, en la sobremesa de los domingos, escuchamos su sollozo entre nota y nota, y atisbamos a ver un poquito de su alma.
A veces, cuando se pinta la boquita de carmín y se pone sus zapatos de tacón… es feliz.
Rebeca Inut
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