La convicción personal y subjetiva de pertenecer al género masculino, femenino o a ninguno se denomina identidad de género. Su consolidación es probable entre los dieciocho y treinta meses de edad; inmodificable por el paso del tiempo o procedimiento de intervención profesional, e independiente de las experiencias iniciales de aprendizaje social y crianza. No debemos confundirlo con el concepto sexo, conjunto de características de origen biológico que definen el espectro humano como hembras o machos.
En la mayoría de las personas se encuentra una coincidencia entre la identidad de género y el sexo. Cuando esto no ocurre así, nos hallamos en el supuesto de una persona transgénero. Por ejemplo el caso de alguien con caracteres sexuales primarios y secundarios masculinos que se siente mujer (y efectivamente lo es).
En estos supuestos, cuyo baja frecuencia en la sociedad no eclipsa su gran importancia para nosotrxs, se produce un enfrentamiento entre el papel de género de nuestra cultura (binario y mutuamente excluyente, se es de uno o de otro) y las circunstancias y realidad de unx mismx. ¿Nos apegamos al guión marcado por la sociedad o nos alejamos de él sufriendo sanciones normativas bañadas de estigma? ¿Renunciamos a unx mismx aceptando la sumisión total al sistema?